miércoles, 3 de junio de 2009

ANTICOMUNISMO: antesala del anti sindicalismo

SEGUNDO MOMENTO: LOS COMIENZOS DE LA GUERRA FRIA

La conclusión de la Segunda Guerra Mundial y el consiguiente resurgimiento del anticomunismo, inicialmente impactó menos al Partido Vanguardia Popular que a los otros partidos comunistas centroamericanos, puesto que el interés por aislar y presentar a los comunistas como enemigos del sistema democrático, que era el objetivo deseado por Estados Unidos, no era del todo coincidente con los objetivos perseguidos por la oposición. Esta, aunque fuertemente anticomunista, en vez de aislar a los comunistas prefería enfilar sus baterías contra el denominado "caldero-comunismo".

De esa manera se le facilitaba el trabajo de demolición emprendido contra un gobierno al que se acusaba de corrupción, y sobre todo, en ascenso mediante vicios electorales. Hacia 1946, el propio Figueres, aunque reconocía un mayor respeto del Gobierno para los derechos de los ciudadanos, asumía que todo esto no pasaba de ser una maniobra política para "perpetuarse en el poder mediante elecciones fraudulentas" (Chase, 1989: 92).

Manuel Mora era considerado por algunos como un político oportunista y por otros, como un sincero reformista, pero no como un verdadero comunista. Incluso analistas y políticos norteamericanos pensaban que el Partido Vanguardia Popular estaba más interesado en las reformas locales que en los objetivos de la Internacional Comunista. En suma, hasta se llegó a admitir que el programa de este partido bien podía ser catalogado como de corte liberal (Leonard, 1991: 127).

Todo esto cambia a partir de mediados de 1947. En un discurso pronunciado en agosto de ese año Mora declara: "Camaradas: Nunca había sido tan odiado nuestro Partido como lo es hoy. Puede decirse que hoy nos odian más que nunca" (Mora, 1980: 199).

La razón del cambio en la forma de percibir a Mora y a su Partido Vanguardia Popular está vinculada, sin duda, con el franco deterioro de las relaciones soviético-norteamericanas hacia ese año. A partir de ese momento Mora y su partido son descritos simplemente como una extensión del comunismo internacional.

El carácter atribuido al comunismo "a la tica" empieza a olvidarse. Incluso dentro de la propia coalición de Gobierno el anticomunismo cobra cada vez más fuerza. Cercanos colaboradores del Presidente Picado, incluido su propio hermano, no ocultan su aversión hacia los dirigentes y militantes de Vanguardia Popular.

Ya para 1948, el Dr. Calderón Guardia se siente obligado a tratar de contrarrestar la campaña anticomunista dirigida contra Manuel Mora, porque ésta pone en tela de juicio su alianza con Vanguardia Popular y amenaza con restarle credibilidad política a los ojos de los gobernantes de Estados Unidos. Con ese propósito hace saber al Departamento de Estado Norteamericano, por medio del embajador destacado en Costa Rica, que Vanguardia Popular no es un partido político homogéneo; que debe distinguirse por una parte a los hermanos Mora, que sólo aspiran a impulsar un partido nacionalista, de Arnoldo Ferreto y otros líderes pro soviéticos; contra estos últimos asegura que será implacable en caso de retornar nuevamente a la Presidencia de la República (Muñoz, 1990: 143).

El Presidente Teodoro Picado es aún más claro y rotundo en su afán de distanciarse políticamente de los comunistas, y públicamente manifiesta en la prensa que: "El Gobierno por él presidido, no era ni había sido nunca comunista". Y, como complemento de esta declaración, señala que ideológicamente el pueblo de Costa Rica se identifica con la política exterior de los Estados Unidos y con la doctrina democrática profesada por el bloque de naciones occidentales (Rojas, 1979: 136).

En este contexto nacional e internacional desfavorable, poco podía hacer Vanguardia Popular para oponerse a las tendencias de la Guerra Fría, puesto que las presiones eran muy fuertes. A nivel internacional, el sistema interamericano, a través de continuas conferencias y acuerdos se convertía en un vocero del Departamento de Estado que advertía sobre las nuevas amenazas que se cernían sobre el continente. La carta constitutiva de la OEA, en ese momento en discusión, y el TIAR (1947) fueron dos de las armas utilizadas para prevenir la penetración de potencias enemigas y de otras ideologías en América.



Por otra parte, el acuerdo anticomunista firmado por los gobiernos de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Costa Rica (1947), comprometió a estos gobiernos a realizar labores de inteligencia sobre las actividades comunistas -labor que se asignó a las direcciones de policía. Además, este convenio preveía la necesidad de dictar medidas de control migratorio para impedir el tránsito de los agentes del comunismo a través de las fronteras comunes.

A pesar de las declaraciones del Departamento de Estado por el contrario, los embajadores norteamericanos intervinieron continuamente en los asuntos internos de los países centroamericanos, y Costa Rica no fue la excepción. Esta situación fue muy notoria, por ejemplo, a raíz de la "huelga de brazos caídos", suceso que fue utilizado para señalar la complicidad del Gobierno con los actos subversivos realizados por los comunistas.

De esta circunstancia se benefició el candidato de la oposición Otilio Ulate, quien en forma previa se aseguró la aceptación de las autoridades norteamericanas (Shifter, 1986: 255). Por otra parte, la suspensión de la ayuda militar al Gobierno de Picado, fue quizás una de las medidas que más perjudicó a esa administración, porque coincidió con los preparativos militares de la oposición y el inicio del contrabando de armas por parte de ésta.

Al sobrevenir las elecciones y declararse la nulidad de los resultados favorables a Ulate, surgió un clima de gran conflictividad, y la violencia creció día con día. Todo esto hizo necesaria la continuidad de la alianza caldero-comunista: Esta debía ahora adoptar una nueva perspectiva: evitar el triunfo militar de la oposición alzada en armas en distintos puntos del país.

Los motivos invocados por la oposición para levantarse en armas fueron terminar con los vicios electorales y con la ingerencia de los comunistas en la vida del país. Así, dentro del sistema político costarricense, las urnas electorales dejan de ser una opción para las heterogéneas fuerzas de la oposición, la relación amigo-oposición pierde vigencia hacia 1948, y es sustituida por la relación amigo-enemigo. O sea, por la guerra civil.

El conflicto entre demócratas y comunistas no fue el único que polarizó el sistema político costarricense. A él debe agregarse el conflicto democracias-dictaduras. Y esto es así por dos razones: -en primer lugar, por los compromisos adquiridos por Figueres con un conjunto de fuerzas revolucionarias de Centro América y del Caribe, empeñadas en derribar las muchas dictaduras de la región, y que fueron precisamente las que le proporcionaron las armas y los instructores militares utilizados para iniciar la empresa bélica.

-En segundo lugar, porque una de esas dictaduras, la de Somoza, en Nicaragua, tenía una marcada simpatía por Calderón Guardia y una no disimulada aversión por las posiciones representadas por Figueres, sólo comparable con el odio que le inspiraban los comunistas. Todo esto hacía que esta segunda relación incrementara la complejidad y el carácter contradictorio de la coyuntura política vivida en Costa Rica.

Las circunstancias descritas impidieron que Vanguardia Popular pudiera utilizar el antisomocismo como bandera para romper su aislamiento político, como en su momento lo había hecho con el antifascismo. Paradójicamente, el antisomocismo sólo fue invocado por Vanguardia para arrancar algunos compromisos políticos a Figueres antes de capitular.

"La guerra civil, -le recordó Manuel Mora a Calderón Guardia veinte años después- fue la culminación de la campaña de odios que durante varios años se mantuvo contra usted y contra nosotros... Terminada la guerra vinieron las represalias y una de esas represalias fue el párrafo segundo del artículo 98 de la Constitución. Como usted lo sabe, esta disposición constitucional (que ilegaliza al Partido Vanguardia Popular) se nos ha aplicado con toda saña y para justificar semejante política, reñidas con las tradiciones de nuestro pueblo, se han afirmado tres cosas: que nosotros fuimos los instigadores de los crímenes de Calderón Guardia, que nosotros somos una amenaza para la soberanía nacional, y que nosotros somos enemigos del régimen democrático" (Mora,1969: 13-14).

Aunque estos razonamientos forman parte de una campaña emprendida por Manuel Mora para conseguir la legalidad de su partido, dos décadas después de los sucesos del 48, más que cálculo político, reflejan los que siempre fue una constante en el pensamiento de este líder político: la convicción de que su partido era un partido democrático; y que, por consiguiente, su proscripción implicó -como lo señaló expresamente en otra carta a Figueres- un cercenamiento de la libertad electoral (Ibid.:18); y, por tal razón, casi con ingenuidad, invocó la tradición democrática del pueblo costarricense y apeló a las concepciones liberales de sus adversarios para obligarlos a corregir lo que, a su juicio, era un atentado contra la democracia.



Manuel Mora, ni en 1948, ni en 1969, ni siquiera en sus últimos años de actividad política, logró asimilar plenamente todas las implicaciones del modelo schmittiano de hacer y entender la política. Dos cosas se lo impidieron. Primero su acentuada convicción de que su "comunismo a la tica" lo hacía parte del sistema político costarricense, y no su enemigo. En segundo lugar, su tendencia a suponer que la ideología liberal de sus adversarios políticos estaba hecha a imagen y semejanza de la de aquel gran patricio liberal, don Ricardo Jiménez, a quien se deben las siguientes expresiones:

"Yo no puedo aceptar...los postulados comunistas, pero pelearía por todos los medios a mi alcance para que a ningún costarricense comunista se le quitara el derecho, que yo también tengo, de decir, de escribir y de votar" (Rodríguez, 1976: 159).





En otras palabras, Mora atribuye al conjunto de las clases dirigentes de Costa Rica un apego irrestricto a una ideología liberal, tolerante y respetuosa de los derechos ajenos, cuando en verdad tal postura parece tener en don Ricardo, en la década de los cuarenta, su último y único exponente.

El fascismo, primero, y la Guerra Fría, después, terminaron por abolir la forma "ricardiana" de hacer y entender la política; en su lugar surgió un estilo "schmittiano" de hacer política, rudo, impersonal y pragmático. En ese contexto, las reclamaciones que hace Mora en 1969 para que Calderón Guardia -su ex-aliado y amigo- cumpla con antiguos pactos morales, y para que Figueres -su antiguo enemigo- cumpla con el Pacto político de Ochomogo, parecen a todas luces ingenuas.



Figueres, por el contrario, está muy consciente del agotamiento del modelo de democracia liberal que personifica don Ricardo Jiménez. En "Palabras Gastadas", opúsculo que le dedica precisamente a él (y al que su amigo Martén atribuye la virtud de exorcizar el comunismo); y en otros discursos en que proclama la muerte de la Primera República y hace un llamado a crear la Segunda, se hace patente su deseo de establecer en Costa Rica un nuevo estilo de hacer política para implantar el socialismo, pero no como el resultado de una revolución violenta, sino como el resultado de una contienda entre: "... seres racionales, sobre el campo de batalla democrático, donde cada mente es un cañón, donde es cada enemigo nuestro amigo. Y no sean jamás las pugnas fratricidas entre los elementos mismos de la producción, cuyas fuerzas sumadas nos han de sustentar; restadas nos han de aniquilar" (Rojas,1979: 110)

Se compara esta última cita con la que sirve de epígrafe a esta ponencia, esto es, con aquella en que Hinkelammert resume el concepto de lo político de Karl Schmitt y no se puede dejar de constatar la semejanza. Así, parece legítimo afirmar, que la Guerra Fría trajo como consecuencia la consolidación en Costa Rica de una democracia de corte "Schmittiano; o sea, un sistema político en que la oposición de hoy puede ser el gobierno de mañana y viceversa. "Lo interesante -dice Figueres- es que la revolución sigue adelante, con cualesquiera alternativa, porque es una revolución educativa, porque se basa en planteamiento lógicos, en estudios, en creación de organismos y en difusión de ideas". Y también explica -en este texto que data de 1959- que: "Cuando los votantes quieran, volverá nuestro movimiento a ejercer el poder ejecutivo" (Figueres, 1985: 105)

La caracterización del nuevo sistema político que se implanta con la Segunda República, sólo adquiere pleno sentido si se tiene en cuenta la abolición, en 1949, del ejército como institución permanente. Es precisamente la ausencia del aparato castrense el que determina que las funciones de árbitro entre las fracciones de la clase dirigente dejen de ser cumplidas por el ejército y se repartan entre el sistema electoral, los partidos, la Asamblea Legislativa, la prensa y los otros medios de dominación ideológica.

El aparato estatal y las instituciones descentralizadas por otra parte cumplen también un importante papel en el reclutamiento de sectores populares de apoyo, particularmente, de los sectores medios: intelectuales social-demócratas, ex-combatientes del 48 y de otros seguidores del Partido Liberación Nacional, quienes satisfacen sus necesidades de empleo en el sector público y son además asegurados en sus puestos por el régimen de Servicio Civil. Todo lo cual, redunda en la formación de un sustrato básico en la esfera estatal para el proyecto reformista, aún en aquellos períodos en que la alternancia en el poder favorece a los grupos de oposición.

Con respecto a la función represora y desarticuladora de los sectores populares, cumplida en el pasado por el aparato militar, se da un cambio cualitativo: el Partido Comunista es proscrito; el movimiento sindical, desarticulado; y los sindicalistas y comunistas son fuertemente reprimidos. Este proceso no se atenúa, sino con la creación de los sindicatos no clasistas controlados por el Partido Liberación Nacional .

TOMADO DE msc. mercedes munoz. CUADERNOS DIGITALES: PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA EN HISTORIA, ARCHIVÍSTICA Y ESTUDIOS SOCIALES.NO.11. JUNIO DEL 2001. UNIVERSIDAD DE COSTA RICA. ESCUELA DE HISTORIA. Titulo original: La Democracia Costarricense Frente a la Guerra Fría.

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