miércoles, 3 de junio de 2009

LOS AÑOS ANTERIORES AL CODIGO DE TRABAJO

PRIMER MOMENTO: LA SITUACION ANTERIOR A LA GUERRA FRIA

La única manera de captar en su total dimensión los cambios que se producen en el sistema político costarricense al implantarse la Guerra Fría es retrotraer el análisis al período inmediatamente anterior para establecer las comparaciones necesarias. Y puesto que el concepto de enemigo es central en el modelo schmittiano, y en el caso de Costa Rica este rol lo juega básicamente el Partido Comunista, el primer período de estudio se enmarca entre 1931, año de fundación de esa agrupación política, y 1945, fecha del fin de la Segunda Guerra Mundial y, al mismo tiempo de los inicios de la bipolaridad mundial.

El Partido Comunista desde su fundación empieza a experimentar las consecuencias de ser considerado "enemigo" del sistema democrático por las demás fuerzas políticas. Las voces que claman por excluirlo del juego político son numerosas. Pero el anticomunismo de sus detractores no es homogéneo ni monolítico, y ello permite a su líder, el diputado Manuel Mora, disponer de algunos espacios para conseguir legitimarse en la arena política nacional. Así, en 1934, ante la aseveración del General Volio de que el Presidente Jiménez consintió en que el Partido Comunista participara en las elecciones porque la Constitución no le daba pie para impedirlo, Mora le replica que eso no es cierto, y a renglón seguido le señala:



"El Presidente Jiménez tiene sus convicciones liberales y para ser leal a esas convicciones no podía proceder de otra manera. El liberalismo como doctrina tiene poco que ver con la letra muerta de las leyes y las constituciones" (Mora, 1980: 26)



En otras palabras, para neutralizar a quienes pretenden excluirlos del juego político, los comunistas piden a sus adversarios que sean consecuentes con los principios liberales que sustentan. Esta forma de argumentar va a ser una constante dentro del período, al menos en los discursos de Manuel Mora. Pero eso no es todo. Esa misma línea argumentativa les permite a los comunistas, además, dividir el campo de sus adversarios en liberales y fascistas.

"Creo firmemente -dice Mora, en ese mismo discurso parlamentario de 1934- que el General Volio no será el hombre fuerte de la etapa fascista de nuestro capitalismo, pero será el iniciador del movimiento fascista en Costa Rica" (Ibid.).



Cuando el anticomunismo militante ha dejado de ser patrimonio exclusivo del General Volio, el Partido Comunista se ve obligado a ser más explícito y rotundo. Así, para bajar la presión anticomunista, en declaración pública de setiembre de ese año, señala:

"No somos enemigos del régimen democrático. Por el contrario lo sostendremos y defenderemos en la medida de nuestras posibilidades y nos empeñaremos en fortalecerlo cada vez más dándole contenido económico.

Creemos sinceramente que cualquier movimiento político social que se desenvolviera con honradez en Costa Rica y que pretendiera ir más allá del régimen democrático, estaría en este momento fuera de nuestra realidad" (Ibid: 98).



Esta profesión de fe democrática no basta. Ni el contexto internacional ni el nacional ayudan. España arde, desgarrada por una guerra civil, donde los comunistas juegan un papel protagónico. En el plano interno, el Gobierno de Cortés Castro (1936-1940) adopta una beligerante política anticomunista, cuya demostración más palpable es el desconocimiento del triunfo electoral del educador comunista y candidato a diputado, Carlos Luis Sáenz. Y la presentación de un proyecto de ley destinado a impedir la circulación de la literatura de izquierda. Así cada vez se le hace más difícil al Partido Comunista eludir las consecuencias de la lectura schmittiana que el gobierno de Cortés hace del sistema político costarricense.

El desgaste del Gobierno de Cortés, y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, predispone en su contra a varios sectores políticos; y, en el ámbito internacional, hacen pasar a primer plano la contradicción entre la democracia y el fascismo, esto le permite al partido comunista permear y ganar la confianza de algunos grupos políticos con los cuales ensaya, entre 1939-1940, una primera alianza electoral, democrática y antifascista.

Este esfuerzo por sumar fuerzas contra el fascismo culmina entre 1942-1944 con lo que suele denominarse la "alianza inverosímil" que tiene como protagonistas a los comunistas, a los sectores políticos liderados por el Presidente Calderón Guardia y a grupos de la Iglesia Católica aglutinados alrededor de la figura de Monseñor Sanabria.

La coyuntura es favorable, por su lado Estados Unidos entra a formar parte de los Ejércitos Aliados, se ha disuelto la Internacional Comunista en Moscú, Costa Rica le ha declarado la guerra a Alemania, y el Presidente Calderón Guardia -rotos los nexos con los cafetaleros que lo llevaron al poder- promulga en asocio con sus nuevos aliados una progresista legislación social y un no menos importante Código del Trabajo.

El anticomunismo termina perdiendo terreno. Así, en 1939 Rodrigo Facio miembro del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, afirma críticamente que en Costa Rica sólo existen dos alternativas políticas posibles: la politiquería y el comunismo, y que este último "es prédica subversiva y es idealidad; es dogmatismo e intransigencia y al mismo tiempo sospechosa transigencia táctica "(Trabajo, 1939: 2 y 4). Más adelante en 1942, José Figueres, en un discurso radiofónico, señala: "Si el Gobierno está en manos del Partido Comunista, por razones políticas, y si el Partido Comunista tiene que satisfacer, por razones políticas, a las chusmas de pillos inconscientes, llegamos a la conclusión de que esta administración ha entregado el país a esa muchedumbre que saqueó la capital la noche del 4 de julio" (Chase, 1989: 35). Todo esto indica que el Partido Comunista, en tres años, se ha abierto un espacio político importante. En efecto, si en 1939 Facio reconoce la alternativa comunista como posible para negarla como probable o viable; en 1942, Figueres la considera una realidad.

El cambio está vinculado, sin duda, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esta "guerra caliente", al generar una alianza de las potencias occidentales y la Unión Soviética contra el fascismo, creó condiciones para que el Partido Comunista costarricense maniobrara de tal forma que le permitiera abandonar, al menos temporalmente, la incómoda posición de "enemigo" oficial.

Una nueva lectura schmittiana en este contexto coyuntural hace ver que tal rol se le asignara al fascismo y a sus aliados. Una de las primeras víctimas de esta nueva forma de visualizar la polarización dentro del sistema político costarricense parece ser el propio Figueres, puesto que a raíz del discurso supracitado, fue detenido y exiliado, e incluso estuvo a punto de ser internado en un campo de concentración para fascistas en los Estados Unidos (Stone, 1975: 310).

Pero no fue por casualidad que en ese momento Figueres no pudiera cumplir la misión que su amigo Alberto Martén le atribuía a sus escritos de esta época, esto es, la de "exorcizar al espantable espectro” del Manifiesto Comunista, entronizando el “Angel” bienhechor del Socialismo" (Chase, 1989: 46). Así haciendo gala de lo que Facio denunciara como "transigencia táctica", el líder comunista Manuel Mora introduce cambios en su organización con el propósito de aprovechar plenamente la coyuntura antifascista.

Los resultados no pudieron ser más halagadores: en respuesta a una interpelación suya, el propio jefe de la Iglesia, Monseñor Sanabria, declara que "sin gravamen de conciencia pueden los católicos que así lo deseen, suscribirse o ingresar en la nueva agrupación" (Rojas, 1979: 89-90).

Mora, Monseñor Sanabria y el Presidente Calderón Guardia crean así, las condiciones que les permiten la promulgación de una avanzada legislación social y un progresista Código del Trabajo. En palabras del Presidente Calderón, esto implicó llenar una laguna, algo que le faltaba a la democracia costarricense: "un régimen de trabajo realmente humano, desprovisto de todo indebido privilegio" (Vega y Tinoco, 1980: 273).

Recién vuelto del exilio, en mayo de 1944, Figueres anuncia por primera vez la creación de la Segunda República, pocos lo tomaron en serio. La coyuntura internacional le era desfavorable, su llamado a defender las garantías individuales (las "palabras gastadas") era menos convincente que la defensa que hacían los comunistas de las garantías sociales. Esto era así a pesar de la evidente erosión experimentada, -hacia 1944 y en los años siguientes- por la coalición política de la cual formaban parte los comunistas.


TOMADO DE msc. mercedes munoz. CUADERNOS DIGITALES: PUBLICACIÓN ELECTRÓNICA EN HISTORIA, ARCHIVÍSTICA Y ESTUDIOS SOCIALES.NO.11. JUNIO DEL 2001. UNIVERSIDAD DE COSTA RICA. ESCUELA DE HISTORIA. Titulo original: La Democracia Costarricense Frente a la Guerra Fría.

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